Corría Agosto de 1910 y toda la ciudad de Curicó se preparaba para el Centenario de la Independencia de Chile. El acalde en ejercicio propuso una idea de hermosear la ciudad para esperar con dicha y honra los 100 años de nuestra patria.
Un día José Huerta, el dueño y patrón del fundo “La Granja” y uno de los más adinerados de la zona, ofreció los recursos para la construcción y posterior instalación de un monumento a un personaje tan característico de esta zona, el huaso criollo, a lo que todos los vecinos aceptaron.
Corría Agosto de 1910 y toda la ciudad de Curicó se preparaba para el Centenario de la Independencia de Chile. El acalde en ejercicio propuso una idea de hermosear la ciudad para esperar con dicha y honra los 100 años de nuestra patria.
Un día José Huerta, el dueño y patrón del fundo “La Granja” y uno de los más adinerados de la zona, ofreció los recursos para la construcción y posterior instalación de un monumento a un personaje tan característico de esta zona, el huaso criollo, a lo que todos los vecinos aceptaron.
Mandó a buscar a Wladimir García-Huidobro, un famoso escultor de la época con estudios en el extranjero y creador de varios monumentos nacionales. Desde Santiago vino y se puso a disposición del Señor Patrón.
Don José Huerta le comentó que quería que la obra fuera a imagen y semejanza de un niño de su criadero al que le llamaban “Juan el Domador”, porque tenía las dimensiones precisas para una bella escultura.
Juanito para los más queridos era un joven guacho y desafortunado porque su madre murió aplastada por un caballo cuando el era muy pequeño. Se caracterizaba por ser muy emprendedor y aprendió con mucho talento el arte del buen domar.
Para el día 18 de Septiembre de ese año la obra estaba lista y todo el pueblo se reunió en l a puerta de la hacienda “La Granja”, donde se dió paso a un acto inaugural y a las ramadas oficiales.
El alcalde después de un largo y aburridor discurso dió el paso a la inauguración de la escultura, una vez destapada todos quedaron maravillados con lo que veían, era una copia exacta del joven domador, juanito lo primero que hizo fue correr llorando sin que nadie saliera a su alcance.
Para evitar empañar las festividades el alcalde prosiguió a dar la medalla del centenario a don José Huerta por tan noble regalo a la ciudad y éste alagado por los aplausos y cánticos se desmayó, muriendo al instante de un paro cardíaco.
Meses más tarde se destaparía un gran secreto en la hacienda y en la ciudad una historia que muchos quisieran contar, pero que a nadie le gustaría vivir. Se conocería la herencia de don José en la que en sus primeros 5 párrafos dejaba sus animales, armas y máquinas a su servidumbre de muchos años. A la Municipalidad le regaló la hacienda para que se construyera una cancha y una medialuna para el rodeo.
¿Y el dinero?, según el texto de la herencia este estaba en la base de la estatua del centenario y que quién debía desenterrarlo era su único hijo, Juan “El Domador” o mejor dicho Juan Huerta Ponce. Y que esa riqueza era el pago por tanta irresponsabilidad que cometió al nunca asumir su paternidad y al dejarlo a la crianza del campo entre caballos cuando murió la madre.
Hoy por hoy se sabe que Juan nunca desenterró el dinero de su padre, porque nunca lo sintió como tal, eso sí se sabe de su nieto que anda en teatros contando cuentos y con una pala para ir a desenterrar este 18 la fortuna de su abuelo.
PatricioBS.
Texto creado para presentación del Taller de Ceunta Ceuntos en el Centro de Extensión de la Universidad de Talca Campus Curicó.