La inestabilidad docente no puede seguir siendo la norma.

Hoy, una vez más, el Congreso le dio la espalda a las y los profesores de Chile. La Ley de Titularidad Docente 2025, que debía votarse en la Cámara de Diputadas y Diputados, no pudo ser tratada por falta de quórum. Una ley que buscaba otorgar algo tan básico como estabilidad laboral a quienes llevan años formando generaciones bajo la incertidumbre de un contrato a plazo fijo.

“¡Es una vergüenza lo que ha pasado! Miles de profesores están esperando esto”,
expresó con razón Mario Aguilar, presidente del Colegio de Profesoras y Profesores.

Y tiene toda la razón. Lo de hoy es una vergüenza nacional. ¿Cómo puede ser que quienes levantan cada mañana la educación pública sigan dependiendo del azar político para tener un trabajo estable? Miles de docentes han dedicado su vida a las aulas, enfrentando precariedad, sobrecarga, falta de recursos y, aun así, sosteniendo la esperanza de sus estudiantes. Lo mínimo que merecen es certeza, respeto y reconocimiento real.

Mientras tanto, en la tabla de la sesión figuraban temas como las enmiendas al Convenio Constitutivo de la Organización Marítima Internacional y este mismo proyecto de titularidad. Pero nada de eso pudo avanzar porque los diputados no asistieron. Solo quienes estaban participando en la discusión del Presupuesto Nacional quedaron justificados; el resto, simplemente no llegó.

Esto no es solo un problema administrativo: es una señal clara de desconexión. La clase política parece vivir en un país distinto, uno donde los cálculos electorales importan más que la dignidad de quienes educan. En lugar de valorar el esfuerzo, la vocación y el compromiso docente, se siguen postergando decisiones que afectan vidas reales.

La inestabilidad laboral docente no puede seguir siendo la norma.
Cada contrato temporal es una forma de decirle a un profesor: “tu trabajo importa, pero no tanto”.
Cada postergación de esta ley es una bofetada a la vocación docente, a la escuela pública y al futuro de Chile.

La titularidad docente no es un privilegio: es justicia, es dignidad, y es reconocimiento a quienes nunca han dejado de enseñar, incluso cuando el Estado los abandona.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *